domingo, 16 de septiembre de 2012

Primeras dificultades a la hora de dormir de bebe

Entre el primer y segundo año suelen aparecer ciertos miedos a la hora de dormir, como el miedo a la oscuridad, la soledad, la noche, etc. Puedes hacer diferentes métodos para invocar el sueño así adquiere tu hijo hábitos correctos y se sentirá seguro cuando conozcan que es momento de dormir, darles confianza es lo mejor. Puedes poner una luz tenue en el cuarto o dejar la puerta entre-abierta, algo de música suave o palabras de confianza y amor al oido pueden ser de gran ayuda para que el niño supere su miedo.

Hay niños que se resisten a ir a la cama o que una vez acostados se levantan y lloran. Es por eso que debes ser muy precabido pues ciertas tácticas pueden convertirse en un juego para él en vez del momento en el que debe dormir. Procura hablarle en voz baja y suave, no lo grites porque solo lo enojarás. Apágale la luz y tápalo hasta que se canse de hacer repetidas veces lo que venía haciendo. Una música suave antes de acostarse puede ayudar a tranquilizar al pequeño. Realiza esto siempre a la misma hora todas las noches.

Entre los 2 y los 3 años de edad, los niños necesitan dormir entre 9 y 13 horas al día. Es recomendable que duerman una siesta 2 o 3 horas después de comer y las demás horas en la noche. Si le cuesta dormir en la noche redúcele las horas de siesta.

 

Mozart para Bebês - So Wonderful (1 tracks) by crkuletj - MixPod

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sábado, 15 de septiembre de 2012

El comportamiento del recién nacido: los reflejos

Contemplando a nuestro hijo recién nacido todos hemos comentado alguna vez: “el problema es que vienen sin libro de instrucciones”. Y es verdad. Pero la naturaleza dota al niño de una serie de recursos que le ayudarán a sobrevivir durante sus primeros días de vida, por supuesto, con la ayuda de sus padres. Conocer este tipo de respuestas nos permitirá entender mejor a nuestro hijo recién nacido.
 ¿Cómo ves de reflejos a tu bebé?
Los reflejos: aparecen y desaparecen ¿No has observado en tu niño recién nacido algunos comportamientos sorprendentes como repentinos sobresaltos o que abra los brazos cuando se asusta?: son reflejos.
Un reflejo es “la reacción simple y automática a un estímulo”. El niño, al nacer, viene dotado con un repertorio de reflejos incondicionados, es decir, conductas en las que no ha intervenido el aprendizaje (respuestas automáticas, innatas e involuntarias). Estos reflejos se manifiestan desde las primeras horas de vida y tienen la función de asegurar el buen funcionamiento de algunos de los sistemas básicos del organismo, de protegerle de ciertas amenazas del exterior y de permitirle entrar en contacto con el nuevo mundo que le rodea. Su presencia y correcto funcionamiento es uno de los primeros indicadores del adecuado desarrollo y maduración del niño durante sus primeros días de vida.
En cambio, aunque parezca contradictorio, estos reflejos del neonato tienden a desaparecer progresivamente -entre el cuarto y el quinto mes aproximadamente- para que el niño pueda desarrollarse y aprender sin problemas. A medida que el niño crece y madura su sistema nervioso, ocurre lo contrario: a partir de los seis meses, la persistencia de algunos de estos reflejos del neonato en el bebé pequeño puede indicar una alteración del desarrollo. “La edad del sueño” Los dos primeros meses de vida se denominan en ocasiones “la edad del sueño”, y es que el comportamiento del niño es fundamentalmente “pasivo”, en el que predominan las tendencias defensivas y la principal referencia al medio se produce de manera natural y espontánea en relación con la alimentación. En este tipo de relación los reflejos incondicionados son los principales mediadores entre el niño y el medio. Todo lo anterior no quiere decir que el niño no pueda ser estimulado con el objetivo de proporcionarle sus primeros aprendizajes, los que producirán respuestas condicionadas, como por ejemplo: la voz de la madre y sus caricias asociados al alimento; o un suave mecido y una nana para calmarlo, etc... Pero parece que la naturaleza ha preparado al niño recién nacido para que él solo, al menos durante las primeras semanas, pueda sobrevivir y crecer sin problemas satisfaciendo exclusivamente sus necesidades más perentorias (sueño, alimentación, higiene, afecto, etc...).
Todo esto debiera tranquilizar a los padres primerizos: al principio no es tan difícil como parece, porque nuestro papel como padres es el de “acompañar” el desarrollo y la maduración de su sistema nervioso.
¿Y cuales son estos reflejos? Los reflejos de evitación En nuestro bebé uno de los sentidos más desarrollados es el del tacto: el cual le proporciona las sensaciones de contacto, presión, temperatura y dolor. Ya en los primeros días de vida puede observarse cierta irritación de la piel y un estremecimiento protector ante un estímulo doloroso como por ejemplo un pinchazo. La aparición de un objeto ante la vista de forma súbita provoca que el niño cierre los párpados. Y un brusco aumento de luz hace que el niño parpadee. De esto se deduce que debemos evitarle a nuestro niño las luces muy intensas. Los reflejos de orientación y búsqueda. El reflejo de succión. Cómo veréis el niño nace preparado para interactuar inmediatamente con su mamá, sobre todo en el momento de la alimentación. Durante los cuatro primeros meses su visión no será precisa, no distingue colores, pero sí es capaz de percibir formas, aunque sea de forma confusa. El niño podrá observar un objeto y seguirlo con la mirada durante unos pocos segundos si éste es lo suficientemente grande, si contrasta bien con el fondo, y si se mueve despacio y a una distancia del niño entre los 15 y los 60 centímetros (como lo hace el rostro de su mamá); cuando el objeto deja de moverse el bebé pierde interés por él. Y seguro que todos habéis comprobado que el recién nacido gira la cabeza, y en concreto la boca, activándose el reflejo de succión, cuando se estimula un lado u otro de sus labios o incluso de sus mejillas.
El reflejo de agarrar: ¿puede ser “el primer abrazo de nuestro niño”? También casi de forma refleja todos tendemos a colocar un dedo en la palma de la mano del niño, y éste tenderá a agarrarlo con fuerza, de manera que se le puede levantar asido a los dedos que le ofrecemos. La palma de la mano y la planta del pie son dos de las zonas más sensibles al tacto (en el caso de la planta del pie la respuesta ante su estimulación es la de extender los dedos). Reflejo de la espina dorsal Si se estimula (con una simple caricia por ejemplo) en un lado de la espalda, el niño tenderá a girarse y doblar el tronco hacia el lado estimulado. Reflejo de la marcha Cuando se mantiene al niño verticalmente, y se apoyan las plantas de sus pies sobre una superficie plana, el niño tensará los músculos de las piernas y procurará mantenerlas extendidas. Si se le impulsa, el niño iniciará un movimiento de marcha. No olvidéis que el recién nacido aún no es capaz de sostener la cabeza por sí mismo, luego si tratáis de provocar este reflejo debéis sujetarle la cabeza . Reflejo de estiramiento Si se sujeta al niño con una mano por debajo del vientre, levantará la cabeza y estirará las piernas (como una tortuga). Parece ser que este reflejo trataría de impedir que el niño se ahogase dentro del agua. Si se le mantiene sentado, tenderá a mantener la cabeza en el eje vertical.  Los sobresaltos. El reflejo de Moro El reflejo de sorpresa y sobresalto es uno de los que más alarman a los padres, sobre todo cuando se produce en el niño mientras duerme plácidamente, de hecho es más frecuente en periodos de calma y poca actividad, pero no debe ser motivo de preocupación. Cuando el niño está despierto, entretenido, comiendo por ejemplo, no suele producirse si no hay un estímulo fuerte que lo provoque: un movimiento brusco, un ruido, un cambio de luz. La respuesta consiste en que el niño tensa los músculos y realiza algo así como un amplio abrazo. Este reflejo tiene a desaparecer alrededor de los 3 o 4 meses. El lloro Podemos concebir el lloro como otra respuesta refleja del recién nacido ante estímulos intensos: no es raro que un niño llore cada vez que perciba un cambio brusco ambiental en sus primeras semanas de vida, sobre todo si el niño estaba inactivo. De alguna forma, los niños durante las primeras semanas muestran una especie de “hipersensibilidad” con respecto a ciertos estímulos ambientales.